La
constitucional incomodidad de Nicaragua
Dr.
Norbert-Bertrand Barbe
"Estaban
cinco parejas y deciden encerrarse en una habitación, todos desnudos. Ingresan,
apagan la luz, y a los pocos minutos un tipo enciende la luz y dice:
—¡Organicémonos!
Los demás apagan la luz y continúan. A los 10 minutos el mismo tipo nuevamente enciende la luz y dice:
Los demás apagan la luz y continúan. A los 10 minutos el mismo tipo nuevamente enciende la luz y dice:
—¡Organicémonos!
Los otros apagan la luz y continúan. A los 5 minutos nuevamente el tipo enciende la luz y repite:
Los otros apagan la luz y continúan. A los 5 minutos nuevamente el tipo enciende la luz y repite:
—¡Organicémonos!
Entonces los demás preguntan:
Entonces los demás preguntan:
—¿Por qué
tanto "organicémonos, organicémonos"?
Y el tipo
contesta:
—Organicémonos
porque yo no he tocado ni una teta y me han culeado 3 veces."
(Chiste
popular contemporáneo, de cierta fama en el país)
1. Introducción y
antecedentes
Hemos expresado en varios artículos
anteriores, en particular el dedicado a "Los estudiantes y el espacio", la compleja relación entre la
comprensión y el uso del espacio. Por lo que, en base a estos trabajos, podemos
afirmar que toda organización espacial es una organización mental del espacio.
Intentaremos verificar este
postulado, esta vez ampliando el espectro del análisis a los fenómenos urbanos
de instalación en y repartición del espacio público.
El caso más a mano es el de los
caramancheles que se ponen, con el acuerdo, tácito u no, de las alcaldías en
cada esquina de las ciudades nicaragüenses, especialmente en Managua, en
particular, lo que nos interesa más, en la Avenida Universitaria, en la
terminal de los buses, en la acera de la UCA y en la de la UNI, así como,
anteriormente, en la de enfrente de la UNI, donde existían, antes que los
hiciera desaparecer el gobierno de Arnoldo Alemán, una fila de ventas de
pupusas.
1.1. ¿Qué son los
caramancheles?
Al hablar de caramancheles, se tiene
que especificar de qué se habla. Es evidente que el espacio público se presta o
alquila, a menudo sin ton ni son, para construir edificios y locales de venta,
más o menos estéticos, como es el caso en Europa, proviniente de los Estados
Unidos, con estas famosas ya afueras de las ciudades, en las que se
desmultiplican edificios que no son sino hangares de paredes de acero
corrugado. Sin embargo, aún en estos ejemplos, tristes y en cierta medida
representativos de un crecimiento salvaje de la economía de servicios, hay
cierto orden perceptible: se conglomera en lo que se llaman, equivocadamente ya
que no hay en ellas industrias sino locales de comercio, zonas industriales
(para distinguirlas de las zonas comerciales, dentro de las ciudades, a menudo
con rasgos tradicionales, y hasta peatonales, como en la rue comerçante de Niort o en el mercado de Aix-en-Provence)
edificios de sencilla edificación, rápida desconstrucción, poco mantenimiento,
en los que se amontona a, según lo que se vende, en estantes sin presentación
de venta, objetos, mercancías, de todo tipo (comida en los, igualmente para
distinguirlos de los supermercados, dentro de la ciudad y con estanterías
presentadas, hipermercados, fuera de la ciudad, más grandes, y con presentación
mínima; plantas, por ejemplo con la empresa Truffaut en Francia; zapatos en
permanente rebaja, etc.).
Pero el nacional caramanchel es una
estructura todavía más esquemática, tratándose de unos cuatro postes de hierro,
o de madera, encima de los cuáles, favorecido por el clima tropical, el
vendedor ambulante tiende una carpa hecho, sencillamente, de bolsa de plástico
negro, o, en el mejor de los casos, de algunas láminas recuperadas de zinc
viejo, y se pone, no en una zona apropiada, es decir, establecida y apartada
para ello, sino en medio de cualquier acera donde halla que pasa suficiente
flujo de personas para su negocio.
1.2. Comparación
dialéctica con un modelo análogo de ideología contrario: las cajas de los bouquinistes de los quais de Paris
Se nos hablará del modelo francés,
con los famosos quais de Paris, en
los que, de forma permanente, se venden libros antiguos, tarjetas y postales
viejas, así como pinturas, grabados y reproducciones de todos tipos de vistas
de ciudades, en particular, evidentemente, de la capital francesa, y de sus
barrios y edificios más conocidos, como Montmartre y el Sacré Coeur, con un
pensado air de nostalgie d'entre-guerre, es decir, de la época de
las efervescentes vanguardias ya asentadas. A lo que retorquaremos que en los quais de la Seine, son pequeños estantes de acero que se cierran y son
todos pintados de verde (específicamente descrito en los documentos oficiales
como teniendo que ser "vert wagon"),
que se riegan, uniformemente, más o menos de la estación de Austerlitz hacia el
Louvre, pasando por la Torre Eiffel, Notre-Dame, y el Museo de Orsay, para
ofrecer a los transeúntes y turistas un recorrido largo, pero típico, en
particular a la altura de la Sorbonna, donde uno puede pasar por las calles
antiguas, la Escuela de Bellas Artes, y las librerías del Quartier Latin, para
devolverse después a la orilla del Sena, implementando así su experiencia
parisina. Dichos estantes de acero pintado son puestos en la baranda que separa
la acera de los muelles, siempre éstos en contrebas,
a los que se accede por gradas. Por ende, no molestan el pasaje, sino que son
como pequeños balcones temáticos, al lado
no en medio de donde uno tiene que
pasar para poder caminar sin tener que exponerse a media calle. Además, es un
hecho comprobable porque no sólo caben en las aceras de los quais de la Seine no sólo estos
estantes, que a diario abren sus propietarios, sino los mismos, sentados en su
silla, al lado del estante que les pertenece, los transeúntes que van
caminando, y, a la vez, los que se detienen buscando algo que comprar, sin que
aquello impida jamás el tránsito ni obliga a nadie a bajarse de la acera para
seguir caminando en la mera calle, cosa, al contrario, común, en Managua.
Así los estantes o cajas de los bouquinistes (vendedores de libros o, en
lenguaje popular, "bouquins")
parisinos, los cuáles existen desde el siglo XVI y son actualmente unos 240
sobre el recorrido indicado que representa 4500 m. de largo, están puestos no
en el andén mismo, sino en el parapeto de los muelles, y, desde un Arrêté municipal del 1o de octubre de 1993, que en realidad no
hace sino normar el uso previo, por lo menos que siempre hemos conocido, se
fijó oficialmente el tamaño de las cajas a un máximo de 2 m. de largo,
0,75 m. de ancho, con una altura del lado del Sena de 0,60 m., y del lado del quai de 0,35 m. están a una altura del
suelo de entre 0,80 a 1 m.
Por otro lado, para darnos una idea
de lo ancho de las aceras, los muelles propiamente dicho del Sena (es decir,
del lado de los embarcaderos, una vez bajado las gradas), sembrados de tilos
del lado del bassin de la Vilette del
Sena y de pterocarya del lado
de la carretera, tienen una longitud de 850 m. por 12 m. de ancho. Podemos leer
en el "ARTICLE
9 – TENUE DE L’EMPLACEMENT – PROPRETÉ DES BOITES ET DES ABORDS"
del Règlement des bouquinistes des quais
de la Seine ("Établi en
application du code général des collectivités territoriales et notamment les
articles L.2213-6 et 2512-14 relatifs aux pouvoirs de police du Maire à Paris
et des arrêtés municipaux du 1er octobre 1993, 9 février 2010, 12 avril 2010 et
1er février 2011, réglementant l’activité des bouquinistes des quais de la
Seine.", Direction du Développement Economique, de l’Emploi et de
l’Enseignement Supérieur, Sous Direction du Développement Economique Bureau du
Commerce et du Tourisme de la Alcaldía de París), además de la referencia a las
dimensiones mencionadas de la caja:
"Le titulaire doit maintenir ses boîtes,
dont il est propriétaire, en parfait état de propreté et d’entretien.
Il sera personnellement
responsable de la bonne tenue et des abords immédiats.
Les boîtes utilisées
par les bouquinistes devront êtres d’un modèle agréé par l’administration présentant
un gabarit extérieur déterminé par les dimensions ci-après, pour une longueur
maximale de 8,60 m :
_ Longueur
:………………….................2,00 mètres
_ Largeur
:………………………............0,75 mètres
_ Hauteur : - côté
Seine………………..0,60 mètres
- côté Quai…………………0,35
mètres
(ces dimensions
s’entendent boîtes fermées, couvercles compris)
En période
d’utilisation, la ligne d’horizon, figurée par le bord supérieur du couvercle,
ne devra pas s’établir à plus de 2,10 m au-dessus du sol.
Le numéro de
stationnement correspondant à l’emplacement concédé et figurant sur la
permission devra être porté de façon apparente sur la paroi latérale extérieure
des boites situées aux extrémités de la concession.
L’installation devra
être constamment maintenue dans les limites de l’emplacement concédé, sans
extension ou débord, ni dépôt de marchandises à même le parapet ou sur le
trottoir."
(p. 5)
A continuación las siguientes advertencias:
"Une autorisation d’étalage de 0,40
m, à compter du parapet sera tolérée en fonction de la largeur du trottoir.
Toutefois, aucune installation ne sera admise si la zone contiguë réservée aux
piétons, libre de tout obstacle, est inférieure à 1,60 m de largeur.
La présence de
dispositifs autres que ceux prévus par le présent texte tels que tréteaux (caramancheles), tables de camping, etc. est strictement
interdite sous peine de suppression immédiate de l’autorisation de
stationnement, après avertissement préalable.
L’utilisation d’abris mobiles ou de dispositifs
annexes formant guérites ou tentes est formellement interdite.
En tout état de cause,
le titulaire devra se soumettre aux injonctions faites par les représentants de
la Ville de Paris ou de la Préfecture de Police.
Toutefois, il sera
toléré l’installation d’auvents et de coffres sous les boîtes qui devront être
dans l’alignement des boîtes.
Dans tous les cas,
l’installation de boîtes, coffres et auvent ne devra être scellée ni causer
quelque détérioration que ce soit au parapet.
La peinture des boîtes
sera refaite lorsque nécessaire et dans un délai de deux mois après injonction
de l’administration municipale, obligatoirement dans un ton dit «vert wagon».
Aucune publicité ne
sera tolérée sur les boîtes et à leurs abords." (p. 6)
Así vemos que es al centro de las preocupaciones de la
Alcaldía parisina, no sólo el espacio peatonal, sino el mantenimiento de las
cajas como parte de la cara unificada de la ciudad, y la preservación del
parapeto del Sena sobre el que están ubicadas las cajas de los bouquinistes.
En este sentido va la prohibición de agregar
caramancheles o ninguna otra estructura a las cajas, para evitar tanto el daño
al parapeto como la prohibición de recorrido para los peatones. Las telas u
otro material que se acepta se pongan debajo de la caja, no sólo no deben de no
sobrepasar el ancho del lado peatonal de la caja (ya que el fondo de esta
adición es el mismo parapeto), para no impedir el pasaje peatonal, sino que
está indicado, no deben dañar al parapeto.
2. Origen del uso
nacional del espacio público
Ahora bien, tenemos entonces un
evidente concepto distinto del espacio urbano entre los caramancheles
nicaragüenses y los quais de la Seine.
Es claro, como apuntábamos en
nuestros artículos anteriores sobre los transportes interurbanos y su
ideología, que, de la misma manera que el espacio íntimo y personal del bus,
como vehículo particular, es decir, poseído por alguien, representado por el
chofer, se considera en la mentalidad nacional no como un lugar de servicio,
sino como un espacio privado, de la misma manera el espacio público de la
acera, utilizado por asentamiento espontáneo, viene a pasar, ideológica y
sútilmente, de ser un espacio compartido a ser un espacio de uso u usado, es
decir, necesario al vendedor y a sus clientes (que sienta en sillas de plástico
traídas a este efecto), ya no a los transeúntes en su conjunto, que tienen que
desviarse hacia la calle para poder pasar el nuevo obstáculo que así le fue
creado.
2.1. La ideología
cooperativista como reducción corporativa del espacio público compartido y de
sus derechos de uso
Dicho de otra manera, el concepto
corporativo (cooperativo) que, en el caso de los buses, crea un servicio de
orden propiamente privado, y cambia la relación de servicio de un ente público
(el transporte, como lo es en Francia), que, no movido por razones ante todo
económicas puede ofrecer cierto confort a sus usuarios, a una relación de
necesidad entre una organización privada, armada por la fuerza que representa
la junta en cooperativa, y unos usuarios débiles porque no organizados y con
una sola necesidad en común: trasladarse, lo que no se puede comparar a la
otra, de compartir diario de los choferes y cobradores y de la ganancia común
entre éstos y los propietarios de los vehículos, este mismo concepto, que sólo,
en sentido realmente social - y socialista - puede tener valor, como lo
demostró, en el caso de las cooperativas agrícolas (aún cuando también se
tendría que revisar la relación que crea con el consumidor), no puede ni
debería aplicarse al ámbito de servicios, ya que la pervierte, cambiando el
servicio comunitario de los transporte en una fuente de ingreso, que promueve y
favorece la incomodidad permanente (sobre la que no volveremos por haberla
tratado y demostrado suficiente en nuestros otros textos), este concepto,
decimos, es el que, en el ámbito urbano, amplificando la idea al tema que nos
interesa en el presente estudio, provoca que la acera, originalmente de todos,
llega a ser del que se asienta para utilizarla con fines lucrativos, y de sus
clientes que necesitan, para cumplir con su función, de otro espacio (además
del caramanchel, que es del dueño), y que viene como tentáculo agregársele
al espacio ya robado del caramanchel, y
este otro espacio es el de las sillas y la fila de espera. Lo vemos claramente
en las actuales ventas de pupusa de la acera de la UNI.
2.2. La carencia de
planificiación administrativa, territorial y urbana en la gestión de los
espacios públicos como hecho de un país pequeño
Por supuesto, el origen de esta
posibilidad de asentamiento genuino es la falta de organización administrativa,
de lógica urbana, de previsión y restricción de la planificación territorial y
urbana en las alcaldías.
Pero, más allá de una razón
unicamente administrativa, esta posibilidad de asentamiento genuino tiene otras
vertientes que nos gustaría discutir, las cuáles, en parte, provienen del
carácter de la sociedad nicaragüense como sociedad rural, no industrial, y
también de su costumbre, dentro de su vida política en el siglo XX y ahora XXI.
Hay cuatro tipos de derechos, el
derecho oral, el escrito, el de hecho, y el de costumbre. El de costumbre no
tiene que ser ni oral ni escrito, y de hecho tampoco tiene que aplicarse
exclusivamente al ámbito estrictamente del derecho. Un derecho impuesto por la
costumbres es un derecho adquirido por un uso de hecho, no de derecho. Y es precisamente lo que ocurre tratándose
de la instalación arbitraria y a la vez libre en toda la superficie del
territorio nacional.
2.3. La extensión del
procedimiento de los asentamientos genuinos
La forma de esta manifestación es,
lo dijimos, el asentamiento genuino. Ideológicamente, queremos poner como
supuesto que es, asimismo, la amplificación de otro fenómeno nacional, los
asentamientos genuinos de vida. De hecho, no es poco común que los que crean
sus caramancheles para vender sean los mismos que viven en los asentamientos
genuinos, de lo mismo es también común que los caramancheles no sean más que la
extensión de la vivienda efímera de estos grupos, o, asimismo, que establezcan
asentamientos genuinos en la cercanía de donde se establecen para vender algún
tipo de producto u servicio, como es el caso, en particular, en los semáforos,
donde se pueden ver, al lado de la carretera, tendidas las bolsas de plástico
negro a manera de techo para recibir y proteger del sol y la lluvia los
vendedores mal llamados ambulantes, ya que se apropian de su espacio en la zona
específica de la calle como, en otra circunstancia, las prostitutas suelen apropiarse
de un pedazo también específico de calle, con el fin de dividirse el espacio
urbano no utilizado de noche, sin entrar en el territorio de otra. Así es el
caso (techos de plástico para recibir a vendedores ambulantes, en zonas que de
noche vienen a ser de las prostitutas) en lo que es el Paseo Europeo, que,
contrariamente a su nombre, no es ningún paseo real, mucho menos peatonal,
sino, como se lo apodó popularmente, la Carretera Masaya, es decir, hacia la
ciudad de Masaya, principal salida hacia esta ciudad, y hacia Granada, de la
capital. Y es el caso más concreto aún en cuatro puntos de dicha Carretera
Masaya: a la altura de los semáforos de Centro commercial MetroCentro, donde se
reunen, en particular, además de limpiadores de parabrisas y niños pidiendo
limosnas, vendedores de perros; en el semáforo de la Plaza dicha por el
gobierno de la Victoria, donde surgió una estatua al campeón de boxeo recién
fallecido Alexis Argüello, eregida poco después de su muerte; frente al edificio Pellas; y en los semáforos
hacia la Alianza Francesa y la Embajada de México. En este último punto es
donde podemos ver, como en el primero, surgir los techitos de plástico negro,
presentes desde años, aunque, por cierto, desaparecen de noche, para volver a
surgir a la mañana siguiente.
2.4. La puesta en
práctica individual de la toma política permanente del espacio público como
expresión de afirmación ideológica y de poder
La circunstancia política de este
procedimiento es la idea, provocada desde la época de Somoza, con los desfiles
en su honor, que recuerda Ernesto Cardenal en sus Epigramas (1961), y después por la moda sandinista de los años
1980, retomada a partir de la victoria del 2006, de llenar las calles de
manifestantes como procedimiento y muestra de poder (cuántos van, con cuántos
puedo contar, a cuántos fieles o, según la palabra usada, incondicionales tengo).
Así, para la sociedad nicaragüense, es costumbre - aunque no obligatoriamente
gusto, pero sí una forma de normalidad - de que la calle no sólo ni específicamente
sea de todos, sino que de los todos que somos en conjunto, algunos que se organizan mejor la tomen
para enarbolar alguna que otra evocación, algún que otro evento, alguna que
otra gloria del pasado, del presente o del futuro. A tal punto que, cuando
empezó la moda de los conciertos en la capital, por falta de locación adecuada
adónde llevar a los artistas internacionales para su único concierto en el
país, y siendo ineficiente para ello el Teatro Nacional, en particular por ser
alejado de todo punto céntrico actual de la ciudad, y demasiado pequeño el
único otro teatro, privado éste, del país y de Managua: el Rufino Garay, si
bien alguna vez se utilizó el Estadio Nacional, por ejemplo para recibir al
concierto de Ricardo Arjona en el 2007, lo común ha sido ubicar en un solar al
lado del edificio Pellas todos los conciertos habidos hasta la fecha. Huelga
decir que este solar no consta de gradas, ni de baños, ni de ninguna otra
comodidad, por lo que los organizadores traen ahí baños químicos, y caramancheles
con sillas de plástico para vender a los clientes que pagan más, en las
primeras filas, sólo separadas de las del fondo por una malla, cervezas y
bebidas.
En cualquier manifestación, en
particular política, como la tradicional en el malecón, del 19 de Julio (fiesta
patria de la victoria sobre el somocismo), realizada anualmente por Daniel
Ortega, estando o no en el poder, se apiñan repentinamente vendedores
ambulantes de un poco todo (dulces, maníes, gaseosas, manzanas bañadas en
caramelo, algodón de azúcar,...), paseándose entre la gente, pero también, se
montan, en un santiamén, caramancheles para vender, más formalmente, carne asada y otros productos de fritanga.
Es tan así la mentalidad nacional
que en el año 2013, el INTUR (Instituto de Turismo) ha abierto un concurso para
diseñar los puestos de venta ambulantes de cualquier producto, esperando que
así tengan, por lo menos los que trabajan con el INTUR, una imagen unificada.
Esta idea sin embargo no fue genuina, ya que proviene de la nueva tendencia de
algunos empresarios de ubicar en lugares variados unas casitas de zinc sobre
rueda habilitadas con tanque de gas y placa de cocina para vender tacos,
hot-dogs, hamburguesas y sándwiches. Cada empresa diferenciándose por el afíche
auto-adhesivo pegado a un lado de la casita de zinc sobre ruedas.
2.4. Lo efímero
considerado como base de la resolución inmediata de los problemas sociales y
urbanos
La fundamentación ideológica de esta
circunstancia es la idea de que cualquier resolución inmediata a los problemas
sociales es importante, necesaria y mejor que el no hacer nada.
A nivel individual, esta consciencia
se expresa por la resolución inmediata, por la anteriormente referenciada
carencia administrativa, pero en este caso con rasgos positivos, que permite a
cualquiera abrir en su garaje una venta, una pulpería, sin tener que cumplir
con ninguna norma sanitaria ni de ninguna otra índole particular. A diferencia,
por ejemplo, de lo que ocurre en los países desarrollados, donde la misería es
más cruda y dura porque es imposible salirse con la suya, abriendo así no más
de la noche a la mañana su pulpería en casa. En efecto, además de que sería
complicado hacerlo en apartamentos, es necesario primero declararse ante las
instancias municipales, y pagar al Seguro Social una suma importante (que ronda
los 15.000 Euros anuales en Francia) para auto-asegurarse, antes de haber
ganado nada. Lo que, obviamente, imposibilita a la mayoría, más en situación de
pobreza, de abrir su propia negocio. Las bondades del sistema, al contrario, en
Nicaragua, hacen que no es necesario todo este procedimiento, ni pagar nada a
la alcaldía. Si acaso ésta llega a mandar en la calle donde está asentado el
caramanchel a un representante, éste tomará nota del hecho, pedirá un dinero que,
a lo mejor, si cambia de lugar el caramanchel, nunca tendrá que pagar. Tampoco
la administración nacional está en capacidad de andar detrás de los morosos. No
hay nadie pagado para este efecto en las alcaldías, ni en el gobierno central.
A nivel político, la ausencia de
política social real impone el laisser-faire
más completo, justificando así la inutilidad total de los servicios, por
otra parte inexistentes, sociales del Estado ausente en todo, en particular en
la salud. Es así, por ejemplo, que en un país donde la gran mayoría de las
ciudades padecen, históricamente, a diario de cortes de agua de varias horas
(tales como Masaya o Jinotepe), lo que obliga a los pobladores a recoger agua
en pilas y baldes, cada cuantos el Estado manda a grupos de chavalos a exponer
a estos mismos pobladores la necesidad de no guardar agua estancada porque ahí
se desarrollan las larvas de los zancudos, transmisores del dengue. De la misma
manera, en este país donde la basura es recogida de forma poca frecuente, dado
que los tanques de basura de las alcaldías recogen lo que quieren, cuando
quieren, y además, ante todo, cuando pasan, en nuestro país donde en la ciudad
capital no se ha implementado nunca, contrariamente a todas las demás de la
sociedad contemporánea, la desmultiplicación de basureros urbanos diseñados por
lo menos cada 50 metros, es donde el gobierno ha dedicado publicidades y
afíches millionarias para recordarnos que, conforme el lema del ecologismo
internacional, "una ciudad limpia,
no es la que más se barre, sino la que menos se ensucia". Sin embargo,
al decirnos de no tirar la basura en todas partes, costumbre muy propia de
Nicaragua, se debería, en primera instancia, darnos lugar donde tirarla (ya que
nadie puede acumular en sus bolsillos, durante todo el día, las bolsitas y las
botellas de plástico que va comprando), no desmultiplicar los puestos de venta
genuinos, que no tienen, tampoco, basureros (recoger en un solo montículo los
desechos de sus clientes, en la cuneta al final del día, más puestos de venta
hay, más montículos quedan en la noche, en la que los perros callejeros, por
falta de organismo que los recoja a ellos también, se dedican a hurgarla, así
como los más pobres, que buscan sacar de ella, además de algo para comer, las
botellas y otras cosas de plástico para venderlos ganándose en el proceso de
recuperación y reciclaje algunos centavos diarios - es de esta misma actividad
que viven los que, por ello, se asentaron en el vertadero municipal de La
Chureca -), y además se debería crear espacios urbanos agradables que les
puedan importar a la gente.
Es en efecto común que, como ocurre
en las Universidades, de ahí de hecho los afíches de la UNI intentando
contrarrestar esta plaga, o en los centros comerciales, por ser sucios los
baños y pocos agradables, al poco rato se encuentran maltratados por sus mismos
usuarios, que los manchan con graffiti, les roban las tapas de los inodoros,
quiebran los minúsculos pasadores de las puertas, etc. Sin embargo, a prueba de
nuestra demostración, en espacios más agradables, visual y ecológicamente, como
por ejemplo la UCA, ubicada entre la UNAN y la UNI, los baños y otras
instalaciones sufrent menos degradación. Se nos opondrá que hay ahí también un
fenómeno de clase, ya que las Universidades públicas reciben estudiantes más
pobres (porque no les cobran), cuando las privadas (como la UCA) reciben a
estudiantes de la clase media, y media alta, en su mayoría, por lo que son
menos propensos, por educación (y falta de necesidad - de robar -), a dañar las
instalaciones. Es cierto, hasta cierto punto, ya que en las Universidades o
Institutos privados, que cobran a sus estudiantes, pero son de menor calidad y
diseño que los espacios de Universidades como la UCA, la UAM o la UNICA,
igualmente, los baños se encuentran manchados, y pierden sus partes. Pensamos,
por ejemplo, a lugares que se vienen descomponiendo como la UCC en sus
distintas instalaciones, capitalina y en los departamentos, o al Instituto
Latinoamericano de Computación ILCOMP de Masaya, así como a varias pequeñas
Universidades, bien llamadas de garaje, de Managua, por ejemplo alrededor de
Montoya.
La ideología de la resolución
inmediata pasa por dos elementos teóricos: la imposición, generalizada, de la
idea de que, como somos un pequeño país, no podemos ni debemos buscar
soluciones complicadas a las cosas (idea fortalecida como justificación de la
propia incompetencia de los que la plantean como cheval de bataille), y el sentimiento, paralelo, de nuestra
desgracia a la vista como Nación (niños trabajadores y huele-pega en la calle,
los mismos caramancheles que le restan toda belleza a la ciudad,...).
Así es conocido el hecho de que la
mayoría de las instalaciones, originalmente pensadas como efímeras, tales como
los hospitales, o el Centro Comercial, y los asentamientos, utilizados después
del terremoto de 1972 para acoger y ayudar a las víctimas y sus familias, se
quedaron hasta hoy en día. Lo que fomentó esta comodidad con lo efímero en
todo, ya que, por ejemplo en la misma UNI, los pabellones agregados a mediados
de los años 1980 (1983-1984) para ampliar los edificios del colegio original
transformado en Universidad, que iban a ser temporales, se conservaron hasta la
fecha.
Vemos entonces que, tanto el rostro
de nuestra ciudad capital como la de sus instituciones, proporcionan el
fundamento ideológico por mimetismo que sustenta la reproducción, en el pueblo,
de edificaciones de uso precario, para resolver su propia miseria, sin
pensamiento de conjunto, es decir, ni social como conjunto humano, ni arquitectónico
aduciendo que toda construcción, por muy efímera que sea, en sus materiales o proyección
a mediano plazo, modifica irremediablement el tejido urbano. Lo plantean muy
bien los teóricos de la regeneración (v. nuestro artículo sobre: "La Naturaleza como incidente").
2.5. La ruralidad del
paisaje y la sociedad nicaragüense, que, teniendo ciudades tentaculares, vive
todavía en gran medida de una división por barrios con una funcionalidad
falsamente autosuficiente
El contexto más general y global
sobre el que puede asentar este fenómeno es la situación del país a mayoría
rural y agropecuario, con ciudades, no sólo histórica, sino también actualmente
viviendo desde el barrio.
No sólo ciudades como Masaya o
Managua tienen iglesias en sus distintos barrios, revelando la construcción de
las mismas por acumulación conurbana, sino que las consecuencias de
disfuncionalidad de la ciudad nicaragüense contemporánea producidas por el
terremoto de 1972, que destruyó su centro, y la avaricia del entonces dictador
Somoza que se apropió del antiguo centro destruído, imposibilitando así su
reconstrucción, provocan un rostro tentacular de nuestra capital, que se autogenera
horizontalmente.
Por un lado, por miedo a volver a
construir edificios de varios pisos, que pueden caerse en un terremoto. Por
otro lado, porque, por la carencia que evocábamos primero de planificación
urbana a nivel administrativo y político, sin gestión real, la ciudad crece
donde hay espacio, sin orden, lo que provoca procesos fortalecidos de crecimiento
salvaje, y de conurbación. Entre mediados de los años 1990 y la actualidad, las
Carretera Masaya, Vieja a León y Sur, todas saliendo hacia los departamentos,
se han visto adornadas de urbanizaciones no planificadas, en las que,
básicamente, cada urbanizadora hace lo que se le antoja, con la complicidad de
los succesivos gobiernos.
Así, el carácter horizontal y
tentacular interno a Managua se reproduce, por mimetismo, en los departamentos,
ampliándose los cascos urbanos tradicionales (organizados, como en Jinotepe)
por barrios-dormitorios creados para recibir a los que trabajan en Managua.
La estructura rural del país se ve,
no sólo a nivel económico, respecto de su producción, sino también en su
organización, ya lo dijimos, por barrios, alrededor de sus respectivas iglesias
y pulperías. Es el modelo descrito por Mumford en su Historia de la ciudad como medieval, por oposición a la ciudad
moderna.
El modelo de la ciudad medieval vive
alrededor del barrio, en el que, cada semana, o cada mes, se abre el mercado a
los productores que vienen de fuera. Pero en un país que poco produce como
Nicaragua, salvo servicios, aunque malos, no hay una producción estacionaria
que permite el levantamiento temporal de mercados puntuales. Así que,
paradójicamente, los mercados, que deberían abrirse y desaparecer, se quedan,
ampliándose cada vez en las calles adyacentes, cada vez que un nuevo
comerciante decide abrir otro negocio.
Se dice que el universo tiende a
extenderse. El crecimiento es en la naturaleza de la Naturaleza, y de sus
organismos. Asimismo, si el vecino abre su pulpería y le funciona, la falta de
originalidad, la necesidad arrebatadora, el individualismo no limitado por
ningún orden social real, hacen que se abrirán al rato cinco en la misma calle.
Casos concretos de los cibercafés en la calle de entrada de Jinotepe hacia el
Parque Central, o de las pulperías en la calle del Calvario en Masaya, donde, a
la altura de la iglesia, tenemos en la misma cuadra a cinco pulperías
haciéndose frente sólo en la calle principal.
2.6. De la ruralidad a
la costumbre de convivencia en situación de hacinamiento como punto de partida
de la costumbre del "menos es más"
como regla y norma de convivencia social en el barrio y la urbe
Por otra parte, la posibilidad,
mencionada, de recurrir, en medio de la miseria, a la venta dentro de la casa
propia para sobrevivir (así nacen la gran mayoría de las pulperías de barrio),
como la costumbre, de origen medieval también (lo vemos asimismo en el ejemplo
parisino citado), de la venta ambulante, por ende en la propia calle, con lo
que implica de organización casual del espacio urbano y del recorrido del que
lo hace su lugar de trabajo (los petits
métiers decimonónicos, que todavía persisten, aunque con la inflación menos
hoy que hace quince años, en Nicaragua, como lustradores de zapatos, vendedores
de verduras o afiladores de cuchillos y vendedores de cocos), son elementos que
crean las condiciones necesarias para la posibilidad de la desmultiplicación
genuina, desorganizada, de la venta en la calle.
Su punto de partida se encuentra en
la vivencia social - que provoca que los inmigrantes de los países del Tercer
Mundo vean como una ganga la convivencia en un espacio de 30 m2, ahí donde los
del Primer Mundo, y a la larga sus propios hijos si los tienen viviendo en el
Primer Mundo, educados en éste y con su ideología, ven esta vida como miserable
y por eso se tornan en (hacia las) pandillas -, establecida en el patrón
latinoamericano por un gran número de personas en un espacio físico limitado y
pequeño, como lo vemos (así como el recurso mencionado a la venta en la propia
casa, y el otro, paralelo, también mencionado, de la venta como extensión del
asentamiento de vida, o asimismo lo efímero de las composturas de la casa con
materiales encontrados; y la convivencia de barrio, numerosa en la misma casa)
en Los hijos de Sánchez (1961) de
Oscar Lewis ("vivían en una casita
que Jesús había construido en la colonia El Dorado, situada en los suburbios de
la ciudad. Jesús también sostenía la habitación ubicada en Bella Vista, donde
vivían su hija Marta con sus hijos, su hija Consuelo y su hijo Roberto";
"Vivíamos en una casita muy pobre,
nomás tenía techo en un lado, el otro estaba descubierto. Pedíamos maíz
prestado porque ni había para comer"; "Entonces compró otra casita por otro lado del mismo pueblo, y ahí se
puso a trabajar otra vez en el comercio"; "Cuando murió mi padre, dejó allí una casita con algo de mercancía, que
yo recogí. Yo era el único hijo que quedaba"; "Pero, como decimos aquí, el muerto y el
arrimado a las veinticuatro horas apestan. Sus hermanos tomaban mucho y había
disgustos porque pegaban a sus mujeres. Entonces yo hice el esfuerzo de buscar
una casita para vivir aparte. Encontré una habitación, por la que pagábamos
diez pesos. Yo no tenía ni cama. Ella ganaba buenos centavos con el pastel que
vendía."; "Siempre ha sido
mi sueño irme a vivir a Estados Unidos, vivir allá aunque sea en una casita muy
humilde."; "Pues hicieron
una casita con tres paredes, clavando unos palos y cubriendo el techo y las
paredes con cartones y más cartones para tendernos abajo. Por el frente no
tenía pared para sacar los pies cuando dormíamos. Juntamos trapos para
acostarnos y nos tapamos con la cobija de Joaquín."; "Después ya se hizo célebre la casita y a
nosotros nos decían «los muchachos de la casita». En las tardes, cuando todos
los braceros estábamos ahí muy tristes yo me ponía a cantar y a bailar y me
ponía a chancear para que se alegraran.";...).
Es esta misma ideología que nos
comparte à l'envie la mitología de
auto-reconocimiento y propaganda nacional, en la literatura nacional (los
cuentos sobre Río San Juan de Fernando Silva), el arte primitivista (la pequeña
casa de techo arremendado), las posturas políticas (el Solentiname de Ernesto
Cardenal), los programas radiotelevisivos (mediante los personajes de Pancho
Madrigal de Fabio Gadea, Aniceto Prieto de Otto de la Rocha, o la casita
destartalada de barrio de asentamientos genuinos a la orilla de un cauce del
suplemento dominical de caricatura El
Azote de Manuel Guillén).
3. Conclusión: la
ideología del pequeño país
Todo lo anterior apunta hacia la
imagen que de sí mismos se hacen los pobladores, así como de su propio país.
Esta ideología de lo efímero, de lo
necesario inmediato, sin pensarlo, de la desmultiplicación populosa de lo
mismo, es la que rige, casualmente bajo un gobierno de izquierda, abriendo en
varias ciudades, como Granada o Jinotega, el parque central a mercaderes de lo
mismo: artesanía, que nunca se van porque ahí se instalan con sus
caramancheles, impidiendo el paso al transeúnte tanto como al turista,
vendiendo la misma artesanía que se encuentra en cualquier parte de la Costa
Pacífica, y hasta collares y pulseras de conchas y otros materiales baratos, de
toque internacional.
El mismo Parque Central de Granada
se realizó entre árboles que han crecido sin orden. El desorden humano
sumándose al natural, dejando atrapada la glorieta en una concha de populismo alborotado
bajo un disfraz multicolor de insípida monotonía de lo mismo: todos los
ranchitos vendiendo vigorón a sobreprecio, entre caramancheles de ventas de
hot-dogs y gaseosas, y otros, pegados a las bancas y a los ranchos, que apenas
dejan espacio para que se sienta el turista, de falsa artesanía nacional,
mientras la orilla del Parque, donde pasan a voz en grito los buses hacia
Managua, está cercada por coches de famélicos caballos muertos de hambre
arborando tiras de papeles de color en su cabeza atontada cayendo en banderas
contra los huesos de sus cuerpos.
Lo que vendemos de nosotros es esta
imagen de un país de sólo servicios, pero tan pobre hasta en saberle servir a
la gente, que ahuyentamos al turista.
Lo que tenemos es una ciudad donde,
frente a las instituciones del Poder y en el espacio patrimonial de la antigua
Managua, se construyeron Casas del Pueblo, hacinadas, para agregarle a la
ciudad otra ciudad, dentro de la ciudad, además en zona peligrosa de sismos, a
como los organismos enfermos de cáncer en los que las células se desmultiplican
de forma inapropiada y nefasta, en una palabra: desorganizada.
Vino este mes a Nicaragua, invitado
por la Cámara Nicaragüense de Urbanizadores CANDUR y el Instituto de la
Viviendo INVUR, un urbanista español de la Universidad de Sevilla, para
decirnos que una base para la sostenibilidad ciudadana es ponerle freno al
crecimiento salvaje, ¿y qué le respondimos (v. nuestro artículo: "La Naturaleza como incidente")?
La opinión política que determina el
uso y abuso del espacio público es el aprendido a lo largo de dos siglos, de Cantos patrióticos para recordar a
Darío, con sus Marchas triunfales, en
el que, como para el repliegue (aunque bien se podría resolver el problema
declarando este día de asueto nacional), instituciones, partidos, etc., y sus partidarios o afiliados invaden la
calle para demostrar su poder de convocación.
La comprensión errónea del espacio
público que ello engendra es verlo como una concreción en la que se puede
apoyar cualquier ordenamiento sin orden, asumiendo la paradoja de que si no hay
nada hecho se puede hacer cualquier cosa, pero a la vez que lo más mínimo
existente tiene que seguir existiendo, poniéndole parche, una capa de pintura,
o cualquier otra cosa, como si con eso bastará para componerlo.
Es la ley del menor esfuerzo, que
impulsa a no rechazar lo mal hecho, sino más bien a tomarlo como modelo, y
evitar recrear cosas nueva haciendo tabula rasa de lo mal hecho. Es más cómodo
continuar sobre la vía de agregación por pedazos a lo mal hecho que buscar
reorganizar completamente la urbe. Reorganizarla implicaría repensarla.
Agregarle pedazos a los existentes, como el pobre nacional, cuando tiene fuga o
bien un hoyo en su techo u en sus paredes pegándole otro tuquito más, a su vez
tomado de cualquier lugar, sin pensamiento estético, ambiental, o urbano,
agregarle pedazos es más fácil que reajustar todo lo desajustado.
Por eso las calles siempre siguen
con baches, porque es más barato rellenarlos con un cemento que, por la
característica propia de este material que no logra pegarse bien sobre las
partes más viejas, se irá con la primera lluvia o con el primer bus que pasará
encima. Es más barato, en cierto sentido. Más barato realmente sería quitar la
capa de asfalto y hacerla de un solo pedazo de 50 o 80 cm. de profundo, como en
Europa o los Estados Unidos, porque, quedando bien de una buena vez por todas,
no tendría que volver a rellenarse el mismo hoyo cada vez. Pero los
constructores, ingenieros y otros albañiles y oficiales de la profesión no
tendría la posibilidad de volver a agarrar su tajada por el mismo pedacito de calle, como aguinaldo fijo.
En vez de pensar la diversión
ciudadano mediante la elaboración de parques, que también podrían servir de
corredores naturales, es más fácil agarrar las rotondas y ponerles juegos para
niños, desconociendo asimismo el carácter del niño que no tiene la inteligencia
para no cruzar para agarrar su pelota, o simplemente porque sí.