jueves, 11 de julio de 2013

LA CONSTITUCIONAL INCOMODIDAD DE NICARAGUA

La constitucional incomodidad de Nicaragua

Dr. Norbert-Bertrand Barbe

"Estaban cinco parejas y deciden encerrarse en una habitación, todos desnudos. Ingresan, apagan la luz, y a los pocos minutos un tipo enciende la luz y dice:
—¡Organicémonos!
Los demás apagan la luz y continúan. A los 10 minutos el mismo tipo nuevamente enciende la luz y dice:
—¡Organicémonos!
Los otros apagan la luz y continúan. A los 5 minutos nuevamente el tipo enciende la luz y repite:
—¡Organicémonos!
Entonces los demás preguntan:
—¿Por qué tanto "organicémonos, organicémonos"?
Y el tipo contesta:
—Organicémonos porque yo no he tocado ni una teta y me han culeado 3 veces."
(Chiste popular contemporáneo, de cierta fama en el país)

1. Introducción y antecedentes
            Hemos expresado en varios artículos anteriores, en particular el dedicado a "Los estudiantes y el espacio", la compleja relación entre la comprensión y el uso del espacio. Por lo que, en base a estos trabajos, podemos afirmar que toda organización espacial es una organización mental del espacio.
            Intentaremos verificar este postulado, esta vez ampliando el espectro del análisis a los fenómenos urbanos de instalación en y repartición del espacio público.
            El caso más a mano es el de los caramancheles que se ponen, con el acuerdo, tácito u no, de las alcaldías en cada esquina de las ciudades nicaragüenses, especialmente en Managua, en particular, lo que nos interesa más, en la Avenida Universitaria, en la terminal de los buses, en la acera de la UCA y en la de la UNI, así como, anteriormente, en la de enfrente de la UNI, donde existían, antes que los hiciera desaparecer el gobierno de Arnoldo Alemán, una fila de ventas de pupusas.

1.1. ¿Qué son los caramancheles?
            Al hablar de caramancheles, se tiene que especificar de qué se habla. Es evidente que el espacio público se presta o alquila, a menudo sin ton ni son, para construir edificios y locales de venta, más o menos estéticos, como es el caso en Europa, proviniente de los Estados Unidos, con estas famosas ya afueras de las ciudades, en las que se desmultiplican edificios que no son sino hangares de paredes de acero corrugado. Sin embargo, aún en estos ejemplos, tristes y en cierta medida representativos de un crecimiento salvaje de la economía de servicios, hay cierto orden perceptible: se conglomera en lo que se llaman, equivocadamente ya que no hay en ellas industrias sino locales de comercio, zonas industriales (para distinguirlas de las zonas comerciales, dentro de las ciudades, a menudo con rasgos tradicionales, y hasta peatonales, como en la rue comerçante de Niort o en el mercado de Aix-en-Provence) edificios de sencilla edificación, rápida desconstrucción, poco mantenimiento, en los que se amontona a, según lo que se vende, en estantes sin presentación de venta, objetos, mercancías, de todo tipo (comida en los, igualmente para distinguirlos de los supermercados, dentro de la ciudad y con estanterías presentadas, hipermercados, fuera de la ciudad, más grandes, y con presentación mínima; plantas, por ejemplo con la empresa Truffaut en Francia; zapatos en permanente rebaja, etc.).
            Pero el nacional caramanchel es una estructura todavía más esquemática, tratándose de unos cuatro postes de hierro, o de madera, encima de los cuáles, favorecido por el clima tropical, el vendedor ambulante tiende una carpa hecho, sencillamente, de bolsa de plástico negro, o, en el mejor de los casos, de algunas láminas recuperadas de zinc viejo, y se pone, no en una zona apropiada, es decir, establecida y apartada para ello, sino en medio de cualquier acera donde halla que pasa suficiente flujo de personas para su negocio.

1.2. Comparación dialéctica con un modelo análogo de ideología contrario: las cajas de los bouquinistes de los quais de Paris
            Se nos hablará del modelo francés, con los famosos quais de Paris, en los que, de forma permanente, se venden libros antiguos, tarjetas y postales viejas, así como pinturas, grabados y reproducciones de todos tipos de vistas de ciudades, en particular, evidentemente, de la capital francesa, y de sus barrios y edificios más conocidos, como Montmartre y el Sacré Coeur, con un pensado air de nostalgie d'entre-guerre, es decir, de la época de las efervescentes vanguardias ya asentadas. A lo que retorquaremos que en los quais de la Seine, son pequeños estantes de acero que se cierran y son todos pintados de verde (específicamente descrito en los documentos oficiales como teniendo que ser "vert wagon"), que se riegan, uniformemente, más o menos de la estación de Austerlitz hacia el Louvre, pasando por la Torre Eiffel, Notre-Dame, y el Museo de Orsay, para ofrecer a los transeúntes y turistas un recorrido largo, pero típico, en particular a la altura de la Sorbonna, donde uno puede pasar por las calles antiguas, la Escuela de Bellas Artes, y las librerías del Quartier Latin, para devolverse después a la orilla del Sena, implementando así su experiencia parisina. Dichos estantes de acero pintado son puestos en la baranda que separa la acera de los muelles, siempre éstos en contrebas, a los que se accede por gradas. Por ende, no molestan el pasaje, sino que son como pequeños balcones temáticos, al lado no en medio de donde uno tiene que pasar para poder caminar sin tener que exponerse a media calle. Además, es un hecho comprobable porque no sólo caben en las aceras de los quais de la Seine no sólo estos estantes, que a diario abren sus propietarios, sino los mismos, sentados en su silla, al lado del estante que les pertenece, los transeúntes que van caminando, y, a la vez, los que se detienen buscando algo que comprar, sin que aquello impida jamás el tránsito ni obliga a nadie a bajarse de la acera para seguir caminando en la mera calle, cosa, al contrario, común, en Managua.
            Así los estantes o cajas de los bouquinistes (vendedores de libros o, en lenguaje popular, "bouquins") parisinos, los cuáles existen desde el siglo XVI y son actualmente unos 240 sobre el recorrido indicado que representa 4500 m. de largo, están puestos no en el andén mismo, sino en el parapeto de los muelles, y, desde un Arrêté municipal del 1o de octubre de 1993, que en realidad no hace sino normar el uso previo, por lo menos que siempre hemos conocido, se fijó oficialmente el tamaño de las cajas a un máximo de 2 m. de largo, 0,75 m. de ancho, con una altura del lado del Sena de 0,60 m., y del lado del quai de 0,35 m. están a una altura del suelo de entre 0,80 a 1 m.
            Por otro lado, para darnos una idea de lo ancho de las aceras, los muelles propiamente dicho del Sena (es decir, del lado de los embarcaderos, una vez bajado las gradas), sembrados de tilos del lado del bassin de la Vilette del Sena y de pterocarya del lado de la carretera, tienen una longitud de 850 m. por 12 m. de ancho. Podemos leer en el "ARTICLE 9 – TENUE DE L’EMPLACEMENT – PROPRETÉ DES BOITES ET DES ABORDS" del Règlement des bouquinistes des quais de la Seine ("Établi en application du code général des collectivités territoriales et notamment les articles L.2213-6 et 2512-14 relatifs aux pouvoirs de police du Maire à Paris et des arrêtés municipaux du 1er octobre 1993, 9 février 2010, 12 avril 2010 et 1er février 2011, réglementant l’activité des bouquinistes des quais de la Seine.", Direction du Développement Economique, de l’Emploi et de l’Enseignement Supérieur, Sous Direction du Développement Economique Bureau du Commerce et du Tourisme de la Alcaldía de París), además de la referencia a las dimensiones mencionadas de la caja:

"Le titulaire doit maintenir ses boîtes, dont il est propriétaire, en parfait état de propreté et d’entretien.
Il sera personnellement responsable de la bonne tenue et des abords immédiats.
Les boîtes utilisées par les bouquinistes devront êtres d’un modèle agréé par l’administration présentant un gabarit extérieur déterminé par les dimensions ci-après, pour une longueur maximale de 8,60 m :
_ Longueur :………………….................2,00 mètres
_ Largeur :………………………............0,75 mètres
_ Hauteur : - côté Seine………………..0,60 mètres
- côté Quai…………………0,35 mètres
(ces dimensions s’entendent boîtes fermées, couvercles compris)
En période d’utilisation, la ligne d’horizon, figurée par le bord supérieur du couvercle, ne devra pas s’établir à plus de 2,10 m au-dessus du sol.
Le numéro de stationnement correspondant à l’emplacement concédé et figurant sur la permission devra être porté de façon apparente sur la paroi latérale extérieure des boites situées aux extrémités de la concession.
L’installation devra être constamment maintenue dans les limites de l’emplacement concédé, sans extension ou débord, ni dépôt de marchandises à même le parapet ou sur le trottoir." (p. 5)

            A continuación las siguientes advertencias:

"Une autorisation d’étalage de 0,40 m, à compter du parapet sera tolérée en fonction de la largeur du trottoir. Toutefois, aucune installation ne sera admise si la zone contiguë réservée aux piétons, libre de tout obstacle, est inférieure à 1,60 m de largeur.
La présence de dispositifs autres que ceux prévus par le présent texte tels que tréteaux (caramancheles), tables de camping, etc. est strictement interdite sous peine de suppression immédiate de l’autorisation de stationnement, après avertissement préalable.
L’utilisation d’abris mobiles ou de dispositifs annexes formant guérites ou tentes est formellement interdite.
En tout état de cause, le titulaire devra se soumettre aux injonctions faites par les représentants de la Ville de Paris ou de la Préfecture de Police.
Toutefois, il sera toléré l’installation d’auvents et de coffres sous les boîtes qui devront être dans l’alignement des boîtes.
Dans tous les cas, l’installation de boîtes, coffres et auvent ne devra être scellée ni causer quelque détérioration que ce soit au parapet.
La peinture des boîtes sera refaite lorsque nécessaire et dans un délai de deux mois après injonction de l’administration municipale, obligatoirement dans un ton dit «vert wagon».
Aucune publicité ne sera tolérée sur les boîtes et à leurs abords." (p. 6)

            Así vemos que es al centro de las preocupaciones de la Alcaldía parisina, no sólo el espacio peatonal, sino el mantenimiento de las cajas como parte de la cara unificada de la ciudad, y la preservación del parapeto del Sena sobre el que están ubicadas las cajas de los bouquinistes.
            En este sentido va la prohibición de agregar caramancheles o ninguna otra estructura a las cajas, para evitar tanto el daño al parapeto como la prohibición de recorrido para los peatones. Las telas u otro material que se acepta se pongan debajo de la caja, no sólo no deben de no sobrepasar el ancho del lado peatonal de la caja (ya que el fondo de esta adición es el mismo parapeto), para no impedir el pasaje peatonal, sino que está indicado, no deben dañar al parapeto.

2. Origen del uso nacional del espacio público
            Ahora bien, tenemos entonces un evidente concepto distinto del espacio urbano entre los caramancheles nicaragüenses y los quais de la Seine.
            Es claro, como apuntábamos en nuestros artículos anteriores sobre los transportes interurbanos y su ideología, que, de la misma manera que el espacio íntimo y personal del bus, como vehículo particular, es decir, poseído por alguien, representado por el chofer, se considera en la mentalidad nacional no como un lugar de servicio, sino como un espacio privado, de la misma manera el espacio público de la acera, utilizado por asentamiento espontáneo, viene a pasar, ideológica y sútilmente, de ser un espacio compartido a ser un espacio de uso u usado, es decir, necesario al vendedor y a sus clientes (que sienta en sillas de plástico traídas a este efecto), ya no a los transeúntes en su conjunto, que tienen que desviarse hacia la calle para poder pasar el nuevo obstáculo que así le fue creado.

2.1. La ideología cooperativista como reducción corporativa del espacio público compartido y de sus derechos de uso
            Dicho de otra manera, el concepto corporativo (cooperativo) que, en el caso de los buses, crea un servicio de orden propiamente privado, y cambia la relación de servicio de un ente público (el transporte, como lo es en Francia), que, no movido por razones ante todo económicas puede ofrecer cierto confort a sus usuarios, a una relación de necesidad entre una organización privada, armada por la fuerza que representa la junta en cooperativa, y unos usuarios débiles porque no organizados y con una sola necesidad en común: trasladarse, lo que no se puede comparar a la otra, de compartir diario de los choferes y cobradores y de la ganancia común entre éstos y los propietarios de los vehículos, este mismo concepto, que sólo, en sentido realmente social - y socialista - puede tener valor, como lo demostró, en el caso de las cooperativas agrícolas (aún cuando también se tendría que revisar la relación que crea con el consumidor), no puede ni debería aplicarse al ámbito de servicios, ya que la pervierte, cambiando el servicio comunitario de los transporte en una fuente de ingreso, que promueve y favorece la incomodidad permanente (sobre la que no volveremos por haberla tratado y demostrado suficiente en nuestros otros textos), este concepto, decimos, es el que, en el ámbito urbano, amplificando la idea al tema que nos interesa en el presente estudio, provoca que la acera, originalmente de todos, llega a ser del que se asienta para utilizarla con fines lucrativos, y de sus clientes que necesitan, para cumplir con su función, de otro espacio (además del caramanchel, que es del dueño), y que viene como tentáculo agregársele al  espacio ya robado del caramanchel, y este otro espacio es el de las sillas y la fila de espera. Lo vemos claramente en las actuales ventas de pupusa de la acera de la UNI.
           
2.2. La carencia de planificiación administrativa, territorial y urbana en la gestión de los espacios públicos como hecho de un país pequeño
            Por supuesto, el origen de esta posibilidad de asentamiento genuino es la falta de organización administrativa, de lógica urbana, de previsión y restricción de la planificación territorial y urbana en las alcaldías.
            Pero, más allá de una razón unicamente administrativa, esta posibilidad de asentamiento genuino tiene otras vertientes que nos gustaría discutir, las cuáles, en parte, provienen del carácter de la sociedad nicaragüense como sociedad rural, no industrial, y también de su costumbre, dentro de su vida política en el siglo XX y ahora XXI.
            Hay cuatro tipos de derechos, el derecho oral, el escrito, el de hecho, y el de costumbre. El de costumbre no tiene que ser ni oral ni escrito, y de hecho tampoco tiene que aplicarse exclusivamente al ámbito estrictamente del derecho. Un derecho impuesto por la costumbres es un derecho adquirido por un uso de hecho, no de derecho. Y es precisamente lo que ocurre tratándose de la instalación arbitraria y a la vez libre en toda la superficie del territorio nacional.

2.3. La extensión del procedimiento de los asentamientos genuinos
            La forma de esta manifestación es, lo dijimos, el asentamiento genuino. Ideológicamente, queremos poner como supuesto que es, asimismo, la amplificación de otro fenómeno nacional, los asentamientos genuinos de vida. De hecho, no es poco común que los que crean sus caramancheles para vender sean los mismos que viven en los asentamientos genuinos, de lo mismo es también común que los caramancheles no sean más que la extensión de la vivienda efímera de estos grupos, o, asimismo, que establezcan asentamientos genuinos en la cercanía de donde se establecen para vender algún tipo de producto u servicio, como es el caso, en particular, en los semáforos, donde se pueden ver, al lado de la carretera, tendidas las bolsas de plástico negro a manera de techo para recibir y proteger del sol y la lluvia los vendedores mal llamados ambulantes, ya que se apropian de su espacio en la zona específica de la calle como, en otra circunstancia, las prostitutas suelen apropiarse de un pedazo también específico de calle, con el fin de dividirse el espacio urbano no utilizado de noche, sin entrar en el territorio de otra. Así es el caso (techos de plástico para recibir a vendedores ambulantes, en zonas que de noche vienen a ser de las prostitutas) en lo que es el Paseo Europeo, que, contrariamente a su nombre, no es ningún paseo real, mucho menos peatonal, sino, como se lo apodó popularmente, la Carretera Masaya, es decir, hacia la ciudad de Masaya, principal salida hacia esta ciudad, y hacia Granada, de la capital. Y es el caso más concreto aún en cuatro puntos de dicha Carretera Masaya: a la altura de los semáforos de Centro commercial MetroCentro, donde se reunen, en particular, además de limpiadores de parabrisas y niños pidiendo limosnas, vendedores de perros; en el semáforo de la Plaza dicha por el gobierno de la Victoria, donde surgió una estatua al campeón de boxeo recién fallecido Alexis Argüello, eregida poco después de su muerte;  frente al edificio Pellas; y en los semáforos hacia la Alianza Francesa y la Embajada de México. En este último punto es donde podemos ver, como en el primero, surgir los techitos de plástico negro, presentes desde años, aunque, por cierto, desaparecen de noche, para volver a surgir a la mañana siguiente.

2.4. La puesta en práctica individual de la toma política permanente del espacio público como expresión de afirmación ideológica y de poder
            La circunstancia política de este procedimiento es la idea, provocada desde la época de Somoza, con los desfiles en su honor, que recuerda Ernesto Cardenal en sus Epigramas (1961), y después por la moda sandinista de los años 1980, retomada a partir de la victoria del 2006, de llenar las calles de manifestantes como procedimiento y muestra de poder (cuántos van, con cuántos puedo contar, a cuántos fieles o, según la palabra usada, incondicionales tengo). Así, para la sociedad nicaragüense, es costumbre - aunque no obligatoriamente gusto, pero sí una forma de normalidad - de que la calle no sólo ni específicamente sea de todos, sino que de los todos que somos en conjunto, algunos que se organizan mejor la tomen para enarbolar alguna que otra evocación, algún que otro evento, alguna que otra gloria del pasado, del presente o del futuro. A tal punto que, cuando empezó la moda de los conciertos en la capital, por falta de locación adecuada adónde llevar a los artistas internacionales para su único concierto en el país, y siendo ineficiente para ello el Teatro Nacional, en particular por ser alejado de todo punto céntrico actual de la ciudad, y demasiado pequeño el único otro teatro, privado éste, del país y de Managua: el Rufino Garay, si bien alguna vez se utilizó el Estadio Nacional, por ejemplo para recibir al concierto de Ricardo Arjona en el 2007, lo común ha sido ubicar en un solar al lado del edificio Pellas todos los conciertos habidos hasta la fecha. Huelga decir que este solar no consta de gradas, ni de baños, ni de ninguna otra comodidad, por lo que los organizadores traen ahí baños químicos, y caramancheles con sillas de plástico para vender a los clientes que pagan más, en las primeras filas, sólo separadas de las del fondo por una malla, cervezas y bebidas.
            En cualquier manifestación, en particular política, como la tradicional en el malecón, del 19 de Julio (fiesta patria de la victoria sobre el somocismo), realizada anualmente por Daniel Ortega, estando o no en el poder, se apiñan repentinamente vendedores ambulantes de un poco todo (dulces, maníes, gaseosas, manzanas bañadas en caramelo, algodón de azúcar,...), paseándose entre la gente, pero también, se montan, en un santiamén, caramancheles para vender, más formalmente, carne asada y otros productos de fritanga.
            Es tan así la mentalidad nacional que en el año 2013, el INTUR (Instituto de Turismo) ha abierto un concurso para diseñar los puestos de venta ambulantes de cualquier producto, esperando que así tengan, por lo menos los que trabajan con el INTUR, una imagen unificada. Esta idea sin embargo no fue genuina, ya que proviene de la nueva tendencia de algunos empresarios de ubicar en lugares variados unas casitas de zinc sobre rueda habilitadas con tanque de gas y placa de cocina para vender tacos, hot-dogs, hamburguesas y sándwiches. Cada empresa diferenciándose por el afíche auto-adhesivo pegado a un lado de la casita de zinc sobre ruedas.

2.4. Lo efímero considerado como base de la resolución inmediata de los problemas sociales y urbanos
            La fundamentación ideológica de esta circunstancia es la idea de que cualquier resolución inmediata a los problemas sociales es importante, necesaria y mejor que el no hacer nada.
            A nivel individual, esta consciencia se expresa por la resolución inmediata, por la anteriormente referenciada carencia administrativa, pero en este caso con rasgos positivos, que permite a cualquiera abrir en su garaje una venta, una pulpería, sin tener que cumplir con ninguna norma sanitaria ni de ninguna otra índole particular. A diferencia, por ejemplo, de lo que ocurre en los países desarrollados, donde la misería es más cruda y dura porque es imposible salirse con la suya, abriendo así no más de la noche a la mañana su pulpería en casa. En efecto, además de que sería complicado hacerlo en apartamentos, es necesario primero declararse ante las instancias municipales, y pagar al Seguro Social una suma importante (que ronda los 15.000 Euros anuales en Francia) para auto-asegurarse, antes de haber ganado nada. Lo que, obviamente, imposibilita a la mayoría, más en situación de pobreza, de abrir su propia negocio. Las bondades del sistema, al contrario, en Nicaragua, hacen que no es necesario todo este procedimiento, ni pagar nada a la alcaldía. Si acaso ésta llega a mandar en la calle donde está asentado el caramanchel a un representante, éste tomará nota del hecho, pedirá un dinero que, a lo mejor, si cambia de lugar el caramanchel, nunca tendrá que pagar. Tampoco la administración nacional está en capacidad de andar detrás de los morosos. No hay nadie pagado para este efecto en las alcaldías, ni en el gobierno central.
            A nivel político, la ausencia de política social real impone el laisser-faire más completo, justificando así la inutilidad total de los servicios, por otra parte inexistentes, sociales del Estado ausente en todo, en particular en la salud. Es así, por ejemplo, que en un país donde la gran mayoría de las ciudades padecen, históricamente, a diario de cortes de agua de varias horas (tales como Masaya o Jinotepe), lo que obliga a los pobladores a recoger agua en pilas y baldes, cada cuantos el Estado manda a grupos de chavalos a exponer a estos mismos pobladores la necesidad de no guardar agua estancada porque ahí se desarrollan las larvas de los zancudos, transmisores del dengue. De la misma manera, en este país donde la basura es recogida de forma poca frecuente, dado que los tanques de basura de las alcaldías recogen lo que quieren, cuando quieren, y además, ante todo, cuando pasan, en nuestro país donde en la ciudad capital no se ha implementado nunca, contrariamente a todas las demás de la sociedad contemporánea, la desmultiplicación de basureros urbanos diseñados por lo menos cada 50 metros, es donde el gobierno ha dedicado publicidades y afíches millionarias para recordarnos que, conforme el lema del ecologismo internacional, "una ciudad limpia, no es la que más se barre, sino la que menos se ensucia". Sin embargo, al decirnos de no tirar la basura en todas partes, costumbre muy propia de Nicaragua, se debería, en primera instancia, darnos lugar donde tirarla (ya que nadie puede acumular en sus bolsillos, durante todo el día, las bolsitas y las botellas de plástico que va comprando), no desmultiplicar los puestos de venta genuinos, que no tienen, tampoco, basureros (recoger en un solo montículo los desechos de sus clientes, en la cuneta al final del día, más puestos de venta hay, más montículos quedan en la noche, en la que los perros callejeros, por falta de organismo que los recoja a ellos también, se dedican a hurgarla, así como los más pobres, que buscan sacar de ella, además de algo para comer, las botellas y otras cosas de plástico para venderlos ganándose en el proceso de recuperación y reciclaje algunos centavos diarios - es de esta misma actividad que viven los que, por ello, se asentaron en el vertadero municipal de La Chureca -), y además se debería crear espacios urbanos agradables que les puedan importar a la gente.
            Es en efecto común que, como ocurre en las Universidades, de ahí de hecho los afíches de la UNI intentando contrarrestar esta plaga, o en los centros comerciales, por ser sucios los baños y pocos agradables, al poco rato se encuentran maltratados por sus mismos usuarios, que los manchan con graffiti, les roban las tapas de los inodoros, quiebran los minúsculos pasadores de las puertas, etc. Sin embargo, a prueba de nuestra demostración, en espacios más agradables, visual y ecológicamente, como por ejemplo la UCA, ubicada entre la UNAN y la UNI, los baños y otras instalaciones sufrent menos degradación. Se nos opondrá que hay ahí también un fenómeno de clase, ya que las Universidades públicas reciben estudiantes más pobres (porque no les cobran), cuando las privadas (como la UCA) reciben a estudiantes de la clase media, y media alta, en su mayoría, por lo que son menos propensos, por educación (y falta de necesidad - de robar -), a dañar las instalaciones. Es cierto, hasta cierto punto, ya que en las Universidades o Institutos privados, que cobran a sus estudiantes, pero son de menor calidad y diseño que los espacios de Universidades como la UCA, la UAM o la UNICA, igualmente, los baños se encuentran manchados, y pierden sus partes. Pensamos, por ejemplo, a lugares que se vienen descomponiendo como la UCC en sus distintas instalaciones, capitalina y en los departamentos, o al Instituto Latinoamericano de Computación ILCOMP de Masaya, así como a varias pequeñas Universidades, bien llamadas de garaje, de Managua, por ejemplo alrededor de Montoya.
            La ideología de la resolución inmediata pasa por dos elementos teóricos: la imposición, generalizada, de la idea de que, como somos un pequeño país, no podemos ni debemos buscar soluciones complicadas a las cosas (idea fortalecida como justificación de la propia incompetencia de los que la plantean como cheval de bataille), y el sentimiento, paralelo, de nuestra desgracia a la vista como Nación (niños trabajadores y huele-pega en la calle, los mismos caramancheles que le restan toda belleza a la ciudad,...).
            Así es conocido el hecho de que la mayoría de las instalaciones, originalmente pensadas como efímeras, tales como los hospitales, o el Centro Comercial, y los asentamientos, utilizados después del terremoto de 1972 para acoger y ayudar a las víctimas y sus familias, se quedaron hasta hoy en día. Lo que fomentó esta comodidad con lo efímero en todo, ya que, por ejemplo en la misma UNI, los pabellones agregados a mediados de los años 1980 (1983-1984) para ampliar los edificios del colegio original transformado en Universidad, que iban a ser temporales, se conservaron hasta la fecha.
            Vemos entonces que, tanto el rostro de nuestra ciudad capital como la de sus instituciones, proporcionan el fundamento ideológico por mimetismo que sustenta la reproducción, en el pueblo, de edificaciones de uso precario, para resolver su propia miseria, sin pensamiento de conjunto, es decir, ni social como conjunto humano, ni arquitectónico aduciendo que toda construcción, por muy efímera que sea, en sus materiales o proyección a mediano plazo, modifica irremediablement el tejido urbano. Lo plantean muy bien los teóricos de la regeneración (v. nuestro artículo sobre: "La Naturaleza como incidente").

2.5. La ruralidad del paisaje y la sociedad nicaragüense, que, teniendo ciudades tentaculares, vive todavía en gran medida de una división por barrios con una funcionalidad falsamente autosuficiente
            El contexto más general y global sobre el que puede asentar este fenómeno es la situación del país a mayoría rural y agropecuario, con ciudades, no sólo histórica, sino también actualmente viviendo desde el barrio.
            No sólo ciudades como Masaya o Managua tienen iglesias en sus distintos barrios, revelando la construcción de las mismas por acumulación conurbana, sino que las consecuencias de disfuncionalidad de la ciudad nicaragüense contemporánea producidas por el terremoto de 1972, que destruyó su centro, y la avaricia del entonces dictador Somoza que se apropió del antiguo centro destruído, imposibilitando así su reconstrucción, provocan un rostro tentacular de nuestra capital, que se autogenera horizontalmente.
            Por un lado, por miedo a volver a construir edificios de varios pisos, que pueden caerse en un terremoto. Por otro lado, porque, por la carencia que evocábamos primero de planificación urbana a nivel administrativo y político, sin gestión real, la ciudad crece donde hay espacio, sin orden, lo que provoca procesos fortalecidos de crecimiento salvaje, y de conurbación. Entre mediados de los años 1990 y la actualidad, las Carretera Masaya, Vieja a León y Sur, todas saliendo hacia los departamentos, se han visto adornadas de urbanizaciones no planificadas, en las que, básicamente, cada urbanizadora hace lo que se le antoja, con la complicidad de los succesivos gobiernos.
            Así, el carácter horizontal y tentacular interno a Managua se reproduce, por mimetismo, en los departamentos, ampliándose los cascos urbanos tradicionales (organizados, como en Jinotepe) por barrios-dormitorios creados para recibir a los que trabajan en Managua.
            La estructura rural del país se ve, no sólo a nivel económico, respecto de su producción, sino también en su organización, ya lo dijimos, por barrios, alrededor de sus respectivas iglesias y pulperías. Es el modelo descrito por Mumford en su Historia de la ciudad como medieval, por oposición a la ciudad moderna.
            El modelo de la ciudad medieval vive alrededor del barrio, en el que, cada semana, o cada mes, se abre el mercado a los productores que vienen de fuera. Pero en un país que poco produce como Nicaragua, salvo servicios, aunque malos, no hay una producción estacionaria que permite el levantamiento temporal de mercados puntuales. Así que, paradójicamente, los mercados, que deberían abrirse y desaparecer, se quedan, ampliándose cada vez en las calles adyacentes, cada vez que un nuevo comerciante decide abrir otro negocio.
            Se dice que el universo tiende a extenderse. El crecimiento es en la naturaleza de la Naturaleza, y de sus organismos. Asimismo, si el vecino abre su pulpería y le funciona, la falta de originalidad, la necesidad arrebatadora, el individualismo no limitado por ningún orden social real, hacen que se abrirán al rato cinco en la misma calle. Casos concretos de los cibercafés en la calle de entrada de Jinotepe hacia el Parque Central, o de las pulperías en la calle del Calvario en Masaya, donde, a la altura de la iglesia, tenemos en la misma cuadra a cinco pulperías haciéndose frente sólo en la calle principal.

2.6. De la ruralidad a la costumbre de convivencia en situación de hacinamiento como punto de partida de la costumbre del "menos es más" como regla y norma de convivencia social en el barrio y la urbe
            Por otra parte, la posibilidad, mencionada, de recurrir, en medio de la miseria, a la venta dentro de la casa propia para sobrevivir (así nacen la gran mayoría de las pulperías de barrio), como la costumbre, de origen medieval también (lo vemos asimismo en el ejemplo parisino citado), de la venta ambulante, por ende en la propia calle, con lo que implica de organización casual del espacio urbano y del recorrido del que lo hace su lugar de trabajo (los petits métiers decimonónicos, que todavía persisten, aunque con la inflación menos hoy que hace quince años, en Nicaragua, como lustradores de zapatos, vendedores de verduras o afiladores de cuchillos y vendedores de cocos), son elementos que crean las condiciones necesarias para la posibilidad de la desmultiplicación genuina, desorganizada, de la venta en la calle.
            Su punto de partida se encuentra en la vivencia social - que provoca que los inmigrantes de los países del Tercer Mundo vean como una ganga la convivencia en un espacio de 30 m2, ahí donde los del Primer Mundo, y a la larga sus propios hijos si los tienen viviendo en el Primer Mundo, educados en éste y con su ideología, ven esta vida como miserable y por eso se tornan en (hacia las) pandillas -, establecida en el patrón latinoamericano por un gran número de personas en un espacio físico limitado y pequeño, como lo vemos (así como el recurso mencionado a la venta en la propia casa, y el otro, paralelo, también mencionado, de la venta como extensión del asentamiento de vida, o asimismo lo efímero de las composturas de la casa con materiales encontrados; y la convivencia de barrio, numerosa en la misma casa) en Los hijos de Sánchez (1961) de Oscar Lewis ("vivían en una casita que Jesús había construido en la colonia El Dorado, situada en los suburbios de la ciudad. Jesús también sostenía la habitación ubicada en Bella Vista, donde vivían su hija Marta con sus hijos, su hija Consuelo y su hijo Roberto"; "Vivíamos en una casita muy pobre, nomás tenía techo en un lado, el otro estaba descubierto. Pedíamos maíz prestado porque ni había para comer"; "Entonces compró otra casita por otro lado del mismo pueblo, y ahí se puso a trabajar otra vez en el comercio"; "Cuando murió mi padre, dejó allí una casita con algo de mercancía, que yo recogí. Yo era el único hijo que quedaba"; "Pero, como decimos aquí, el muerto y el arrimado a las veinticuatro horas apestan. Sus hermanos tomaban mucho y había disgustos porque pegaban a sus mujeres. Entonces yo hice el esfuerzo de buscar una casita para vivir aparte. Encontré una habitación, por la que pagábamos diez pesos. Yo no tenía ni cama. Ella ganaba buenos centavos con el pastel que vendía."; "Siempre ha sido mi sueño irme a vivir a Estados Unidos, vivir allá aunque sea en una casita muy humilde."; "Pues hicieron una casita con tres paredes, clavando unos palos y cubriendo el techo y las paredes con cartones y más cartones para tendernos abajo. Por el frente no tenía pared para sacar los pies cuando dormíamos. Juntamos trapos para acostarnos y nos tapamos con la cobija de Joaquín."; "Después ya se hizo célebre la casita y a nosotros nos decían «los muchachos de la casita». En las tardes, cuando todos los braceros estábamos ahí muy tristes yo me ponía a cantar y a bailar y me ponía a chancear para que se alegraran.";...).
            Es esta misma ideología que nos comparte à l'envie la mitología de auto-reconocimiento y propaganda nacional, en la literatura nacional (los cuentos sobre Río San Juan de Fernando Silva), el arte primitivista (la pequeña casa de techo arremendado), las posturas políticas (el Solentiname de Ernesto Cardenal), los programas radiotelevisivos (mediante los personajes de Pancho Madrigal de Fabio Gadea, Aniceto Prieto de Otto de la Rocha, o la casita destartalada de barrio de asentamientos genuinos a la orilla de un cauce del suplemento dominical de caricatura El Azote de Manuel Guillén).

3. Conclusión: la ideología del pequeño país
            Todo lo anterior apunta hacia la imagen que de sí mismos se hacen los pobladores, así como de su propio país.
            Esta ideología de lo efímero, de lo necesario inmediato, sin pensarlo, de la desmultiplicación populosa de lo mismo, es la que rige, casualmente bajo un gobierno de izquierda, abriendo en varias ciudades, como Granada o Jinotega, el parque central a mercaderes de lo mismo: artesanía, que nunca se van porque ahí se instalan con sus caramancheles, impidiendo el paso al transeúnte tanto como al turista, vendiendo la misma artesanía que se encuentra en cualquier parte de la Costa Pacífica, y hasta collares y pulseras de conchas y otros materiales baratos, de toque internacional.
            El mismo Parque Central de Granada se realizó entre árboles que han crecido sin orden. El desorden humano sumándose al natural, dejando atrapada la glorieta en una concha de populismo alborotado bajo un disfraz multicolor de insípida monotonía de lo mismo: todos los ranchitos vendiendo vigorón a sobreprecio, entre caramancheles de ventas de hot-dogs y gaseosas, y otros, pegados a las bancas y a los ranchos, que apenas dejan espacio para que se sienta el turista, de falsa artesanía nacional, mientras la orilla del Parque, donde pasan a voz en grito los buses hacia Managua, está cercada por coches de famélicos caballos muertos de hambre arborando tiras de papeles de color en su cabeza atontada cayendo en banderas contra los huesos de sus cuerpos.
            Lo que vendemos de nosotros es esta imagen de un país de sólo servicios, pero tan pobre hasta en saberle servir a la gente, que ahuyentamos al turista.
            Lo que tenemos es una ciudad donde, frente a las instituciones del Poder y en el espacio patrimonial de la antigua Managua, se construyeron Casas del Pueblo, hacinadas, para agregarle a la ciudad otra ciudad, dentro de la ciudad, además en zona peligrosa de sismos, a como los organismos enfermos de cáncer en los que las células se desmultiplican de forma inapropiada y nefasta, en una palabra: desorganizada.
            Vino este mes a Nicaragua, invitado por la Cámara Nicaragüense de Urbanizadores CANDUR y el Instituto de la Viviendo INVUR, un urbanista español de la Universidad de Sevilla, para decirnos que una base para la sostenibilidad ciudadana es ponerle freno al crecimiento salvaje, ¿y qué le respondimos (v. nuestro artículo: "La Naturaleza como incidente")?

            La opinión política que determina el uso y abuso del espacio público es el aprendido a lo largo de dos siglos, de Cantos patrióticos para recordar a Darío, con sus Marchas triunfales, en el que, como para el repliegue (aunque bien se podría resolver el problema declarando este día de asueto nacional), instituciones, partidos, etc.,  y sus partidarios o afiliados invaden la calle para demostrar su poder de convocación.

            La comprensión errónea del espacio público que ello engendra es verlo como una concreción en la que se puede apoyar cualquier ordenamiento sin orden, asumiendo la paradoja de que si no hay nada hecho se puede hacer cualquier cosa, pero a la vez que lo más mínimo existente tiene que seguir existiendo, poniéndole parche, una capa de pintura, o cualquier otra cosa, como si con eso bastará para componerlo.
            Es la ley del menor esfuerzo, que impulsa a no rechazar lo mal hecho, sino más bien a tomarlo como modelo, y evitar recrear cosas nueva haciendo tabula rasa de lo mal hecho. Es más cómodo continuar sobre la vía de agregación por pedazos a lo mal hecho que buscar reorganizar completamente la urbe. Reorganizarla implicaría repensarla. Agregarle pedazos a los existentes, como el pobre nacional, cuando tiene fuga o bien un hoyo en su techo u en sus paredes pegándole otro tuquito más, a su vez tomado de cualquier lugar, sin pensamiento estético, ambiental, o urbano, agregarle pedazos es más fácil que reajustar todo lo desajustado.
            Por eso las calles siempre siguen con baches, porque es más barato rellenarlos con un cemento que, por la característica propia de este material que no logra pegarse bien sobre las partes más viejas, se irá con la primera lluvia o con el primer bus que pasará encima. Es más barato, en cierto sentido. Más barato realmente sería quitar la capa de asfalto y hacerla de un solo pedazo de 50 o 80 cm. de profundo, como en Europa o los Estados Unidos, porque, quedando bien de una buena vez por todas, no tendría que volver a rellenarse el mismo hoyo cada vez. Pero los constructores, ingenieros y otros albañiles y oficiales de la profesión no tendría la posibilidad de volver a agarrar su tajada por el mismo pedacito de calle, como aguinaldo fijo.
            En vez de pensar la diversión ciudadano mediante la elaboración de parques, que también podrían servir de corredores naturales, es más fácil agarrar las rotondas y ponerles juegos para niños, desconociendo asimismo el carácter del niño que no tiene la inteligencia para no cruzar para agarrar su pelota, o simplemente porque sí.

            En vez de crear parques temáticos, o lugares de diversión, es más fácil ubicar, como los conciertos, la feria con su gran rueda, y asimismo el circo, de donde sea que venga, en el mismo solar, polifacético en este sentido. ¡Ah! Dichosas cautères sur jambes de bois.